A mis 22 años ya había conocido las sensaciones de amor y desamor, entendía el significado del placer, el romance y amor, sentía que el amor no era para mí. En aquel tiempo estaba envuelta en una relación, siendo la amante de un hombre casado 16 años mayor que yo por quien simplemente sentía deseo, pero a pesar de eso quería tener a alguien más que pudiera dedicarme más tiempo sin necesidad de excluirlo de mi vida.
Con esa idea accedí a una página en internet para conocer personas. Así un día coincidí en el chat con un hombre con quien empecé a tener largas conversaciones. Aunque veía sus fotos no me resultaba atractivo, pero era realmente agradable. Él tenía 10 años más que yo, vivía en el país vecino teníamos aproximadamente 45 km de distancia.
Un día me decidí a conocerlo y se lo propuse porque de su parte parecía no haber intención de proponérmelo. Entonces fui hasta su ciudad para almorzar juntos. Era la primera vez que lo veía, pero sentía que sólo me reencontraba con alguien que ya conocía. Conversamos y reímos mucho, me encanto saber que él tenía el mismo concepto que yo sobre el amor, no era para nosotros, tampoco las relaciones formales. Sentí que era perfecto un hombre independiente con quien podría tener una aventura y seguir con mi otra relación.
Pasaron los días y nos volvíamos más amigos, nos veíamos los domingos para almorzar. En una ocasión quedamos en encontrarnos, pero no sucedió porque tuvimos una pequeña discusión por una tontería. Di por sentado que se acababa todo porque yo era orgullosa y el aún más, incluso me dijo que mejor dejábamos las cosas como estaban. Pero me sorprendió que rompió su orgullo, volvió a escribirme, me dijo “mañana voy junto a vos”. Ese día que nos vimos al final de nuestro encuentro no resistí y lo besé por primera vez.
Desde ahí nos volvimos más unidos y fue extraño para ambos que no teníamos sexo. Pasó un buen tiempo hasta que sucedió, incluso antes de eso yo deje de ver a mi amante y el también dejo a la persona con quien salía. En realidad todo fue extraño porque se suponía que iríamos a tener una aventura, pero parecíamos dos adolescentes enamorados, caminando de la mano juntos, dándonos besos y abrazos en público, enviándonos tiernos mensajes, siempre pendientes el uno del otro.
Me incluyó en su vida, se preocupaba por mí, me cuidaba, me trataba como si fuese la mujer más hermosa del mundo, me hacía sentir especial y hacía que yo estuviese sonriente todo el tiempo, todos los fines de semana los pasaba en su casa. Había mucha confianza entre nosotros, me había contado sobre su vida, sus relaciones, y siempre me recalcó que como él era conmigo no lo fue con nadie, las cosas que hacía no eran normales en él, por ello se sentía sorprendido de cómo pude conseguir eso. Me aseguró que siempre estuvo con varias mujeres al mismo tiempo, pero que él sólo quería estar conmigo. Todo eso me asustó porque me di cuenta de que él me quería, me lo hacía sentir, lo veía en sus ojos. Recuerdo cuando suspiraba y decía “esta mujer me hace mal” también me decía inocentemente “Te quiero… pero sólo un poquito”.